sábado, 1 de agosto de 2015

El Palacio de Marivent era la residencia de un griego...

El Palacio de Marivent, que es utilizado habitualmente como residencia de verano de la Familia Real Española es una construcción moderna situada en Cala Major de Palma de Mallorca. A diferencia de otros palacios que utilizan los reyes de España que pertenecen a Patrimonio Nacional, el Palacio de Marivent está bajo titularidad de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares.

El edificio fue construido por el arquitecto Gullem Forteza Pinya entre 1923 y 1925, por encargo del pintor griego residente en Mallorca Ioannis Saridakis (Juan de Saridakis) el cual vivió en el hasta su muerte en 1963.  En 1965 la viuda del pintor griego Anunciación Marconi Taffani donó el Palacio y sus terrenos a la Diputación Provincial de Baleares que a su vez en 1973 cedió el Palacio a los entonces Príncipes de España. 

Ioannis Saridakis, (griego nacido en Alejandría en 1877 – muerto en Palma de Mallorca en 1963) fue pintor, coleccionista de arte y mecenas.

Durante años trabajó como ingeniero de minas en Chile, y es allí donde adquirió su primera formación artística siendo alumno del gran pintor chileno  Pedro Lira.

En el año 1923 fijó su residencia en Palma de Mallorca y ese mismo año mandó construir el Palacio de Marivent donde residió hasta su muerte en 1963.
Actualmente, en los aledaños del Palacio de Marivent existe una calle, carrer Joan de Saridakis, en honor al pintor griego.


Fuentes:
http://www.diariodemallorca.es/palma/2014/06/18/marivent-pasion-ioannes-saridakis/940745.html

lunes, 4 de mayo de 2015

El alfabeto griego se compone de un total 24 letras

que son las siguientes:

(por orden: mayúsculas, minúsculas y su pronunciación en español)

Α, α, = alfa
Β, β, = vita
Γ, γ, = gama
Δ, δ, = delta
Ε, ε, = épsilon
Ζ, ζ, = ssita
Η, η, = ita
Θ, θ, = cita
Ι, ι,  = yota
Κ, κ, = capa
Λ, λ, = lamda
Μ, μ, = mi
Ν, ν, = ni
Ξ, ξ, = xi
Ο, ο, = ómicron
Π,π, = pi
Ρ, ρ, = ro
Σ, σ, ς, = sigma
Τ, τ, = taf
Υ, υ, = ípsilon
Φ, φ, = fi
Χ, χ, = ji
Ψ, ψ, = psi
Ω, ω, = omega

domingo, 22 de marzo de 2015

La dieta mediterránea tiene su origen en Grecia



Al menos es lo que argumenta el periodista e historiador Josep A. Borrell,  en su artículo publicado en el Blog Grecia - Gastronomía  y en la página web GRECIA INFO que lleva por título: 

La isla griega de Kos y el origen de la dieta mediterránea

Por Josep A. Borrell, Periodista e historiador

El 16 de noviembre del  año 2010 la llamada “dieta mediterránea” pasó a 
ser patrimonio cultural inmaterial de la humanidad según Unesco por sus propiedades saludables. Se reconocía así más de medio siglo de investigaciones científicas que habían llegado a la conclusión de que la dieta tradicional de las comunidades que habitaban el Mediterráneo constituía la base de la alimentación ideal. El alto consumo de frutas, cereales y verduras, combinado con grasas como las del aceite de oliva y las del pescado azul, así como la ingesta moderada (y regular) de vino, se  convertían en el mejor escudo protector ante las enfermedades coronarias, el colesterol e incluso el deterioro cognitivo ocasionado por el envejecimiento.


Todo había empezado en 1948 cuando el profesor de la Universidad de Princeton, Leland G. Allbaugh, estudió el modo de vida y la alimentación de los habitantes de la isla de Creta, y se sorprendió de la baja incidencia de enfermedades coronarias en este rincón del Egeo, en comparación a los Estados Unidos. Un dato, particularmente sorprendente, dado que entonces se consideraba que la nutrición de los isleños era insuficiente y poco rica en proteínas. Sin embargo, los resultados ofrecían un resultado sorprendente: si bien los cretenses sobrevivían con una dieta frugal basada en  verduras y pescado ésta resultaba de lo más sana.

El estudio fue completado más tarde por otra investigación realizada por el fisiólogo norteamericano Ancel Keys con una tabla de análisis comparativos a mayor escala entre poblaciones genéricas procedentes de otros rincones de Grecia, Estados Unidos, Italia, Yugoslavia, Holanda, Finlandia y Japón. Los volúmenes de población analizados eran ahora superiores, y por tanto las posibles distorsiones podían ser aún mayores, pero en las tablas comparativas se adivinó una conexión entre los hábitos alimentarios de los tres países del Mediterráneo analizados y una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares.

Las pesquisas fueron evolucionando, y ya en la década de los ochenta empezó a fraguarse un consenso en la comunidad científica ante una evidencia: la dieta que las sociedades tradicionales del Mediterráneo habrían practicado desde tiempos ancestrales, las habría protegido de numerosas enfermedades y dolencias. No obstante, lo que no se reconocía en ninguno de esos estudios es que todo este saber dietético estaba vinculado y unido a un personaje que vivió en la isla griega de Kos, hace a 2.500 años, llamado Hipócrates, que en cierta manera ya había avanzado estos resultados.


"Somos lo que comemos"
“Que el alimento sea tu medicina y la medicina sea tu alimento” dejó escrito Hipócrates en algún momento del siglo V a. de C. como atestiguan algunos capítulos del Corpus Hippocraticum. Actualmente, son muchos los que le reconocen a este griego de la isla de Kos un papel fundamental en la evolución de la ciencia médica. Su huella fue reconocido por maestros de la época helenística como Herófilo de Caledonia y Eristarco de Ceos; reputados médicos de Roma como Galeno e incluso filósofos de la Edad Media como el catalán Arnau de Vilanova y el persa Avicena. No es por casualidad aún hoy todos los médicos de todo mundo realizan el “juramento hipocrático” antes de empezar a practicar su profesión. Pero son pocos los que saben el papel clave que desempeñó con sus estudios de dietética.

El Corpus Hippocraticum, la colección de más de cincuenta obras escritas en la Antigüedad, y en griego jónico, por Hipócrates presta atención a los efectos de los alimentos en la salud, hasta el punto que llegó a sentenciar esa máxima hoy tan extendida de que “somos lo que comemos”. Sin duda, la vieja Grecia que tanto había reflexionado sobre  filosofía, matemática y urbanismo, también lo había hecho sobre nutrición. Y sus conclusiones no estaban tan lejos de lo que demostró la avanzada medicina occidental dos milenios más tarde.


El Koense se había entretenido en abordar un minuciosos catálogo de las cualidades de los alimentos más comunes en la Grecia de su época, y sus posibles efectos beneficiosos o nocivos para la salud. Hipócrates fue el primero en razonar que la dieta estaba muy ligada al bienestar de las personas, y propuso diversos régimen alimenticios según estados de ánimo, malestares y edades del paciente. Señaló así, por ejemplo, que los quesos envejecidos y la carne excesivamente saladas dañaban el hígado, y en cambio las zanahorias y el apio eran diuréticas. Para Hipócrates  los rábanos combatían la hidropesía y en cambio la cebada con miel era ideales como laxante. También aconsejaba a los jóvenes de temperamento caliente que comieran pescado fresco y legumbres frías y húmedas, para aplacar sus ansias, mientras a los ancianos melancólicos les recomendaba consumir más vino y carnes calientes, para levantar el ánimo. En verano eran preferibles los platos ligeros y pescados a la plancha, mientras que en invierno era preferible a comer platos calientes cargados de especies.

Todas estas conclusiones no eran sugerencia que le venían dadas por ningún oráculo, en conexión directa con el Olimpo, sino fruto de la experiencia y la razón a las que llegó tras elaborar una teoría, que en términos científicos actuales sería muy difícil del defender. Para Hipócrates, el cuerpo humano estaba organizado en torno a cuatro líquidos (o humores) cuyo equilibrio indicaba el estado de salud de la persona. Los alimentos ayudaban a cuadrar esos equilibrios, y una buena o mala dieta podía mejorar o empeorar un determinado cuadro clínico. Su hipótesis se sustentaba además en que había cuatro ejes que determinaban la manera que el alimento se transformaba en interior del cuerpo y eso influía en la calidad de los cuatro humores producidos por el organismo. Esos cuatro ejes alimenticios de la teoría hipocrática eran: caliente-frío; seco-húmedo; dulce-amargo y crudo-cocido.

Afortunadamente, la dietética ha avanzado notablemente desde entonces y la base de las propuestas de Hipócrates son del todo inasumibles. Pero en cambio, resulta sorprendente como el de Kos pudo acertar en muchos de sus análisis alimenticios, tal como han demostrado los avanzados análisis nutricionales actuales, a pesar de que las bases de su teoría no se puedan sustentar.


¿Un Dr. House para la medicina griega?
En cualquier caso, y a pesar de sus errores teóricos, lo que sí hay que reconocerle a Hipócrates es que fue uno de los primeros en concebir que una adecuada alimentación era necesaria para disfrutar de buena salud, y que sus recomendaciones, en general, tenían mucho a ver con las propuestas alimenticias que ahora nos sugiere la Organización Mundial de la Salud  a través de los beneficios científicos de la dieta mediterránea. 

Probablemente, en los buenos consejos de Hipócrates influyeron los hábitos alimenticios que tenían los griegos de su época, y que se basaban en una dieta que no era precisamente rica, ni abundante en proteínas. Por ello, sin saberlo, ni ser consciente Hipócrates, este especie de Dr. House de la medicina griega, fue posiblemente el padre intelectual  de lo que hoy conocemos como dieta mediterránea.

¿Y qué comían los griegos de los tiempos de Hipócrates? Raquel López Melero, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, nos señala en Así vivieron en la antigua Grecia (Anaya, 2009) que la base de la alimentación de esos griegos de hace 2.500 años eran los cereales: trigo y tortas de cebada. También consumían legumbres, aceitunas, higos, nueces, miel y gran cantidad de cebollas y ajos. Las frutas frescas, con la excepción de las uvas en tiempos de la vendimia y algunos frutos del bosque, eran escasas. Las proteínas procedían mayoritariamente del queso (de cabra y oveja) y el pescado (especialmente azul: sardinas y boquerones). Se comía a la vez mucho salazón, dado que éste era el único sistema disponible de preservación de los alimentos en una tierra calurosa que no conocía aún los poderes conservantes del frío.

La Grecia de entonces, como la de hoy, es tierra yerma. Las últimas estribaciones de la península de los Balcanes son terrenos difíciles de cultivar por su orografía montañosa y la escasez de agua. Además, las altas temperaturas que se consiguen allí en verano y la poca fertilidad de los suelos determinaron que la dieta que se seguía en Grecia era  pobre en carnes, incluso la de cerdo (un auténtico lujo para los festines de los habitantes del Egeo) dada la falta de pastos. En cambio, dado los innumerables kilómetros de costa era rica en pescado.

¿Cómo llegó Hipócrates a sus conclusiones? Éste había nacido en una familia que era depositaria de los secretos de Asclepio, el dios de la medicina griega, en torno al año 460 a. de C. Tuvo seguramente una larga vida. Algunas fuentes incluso señalan que llegó a los 80 años, aunque otras indican que falleció en el 377 a de C, con los cual llegó a vivir 63 años. En cualquiera de los casos una larga vida según los parámetros de la época. Su padre Heráclides le instruyó en la medicina tradicional, que aún tenía una sólida base mágica y religiosa, por que hasta entonces el médico era más bien un sacerdote dedicado al culto de Asclepio más que un sanador en el sentido moderno del término. Por eso en algunas crónicas se le denomina el “asclepiada” como apelativo.

Hasta la época de Hipócrates, los asclepiades como el padre de Hipócrates eran intermediados entre el dios de la medicina y el enfermo. Recogían las ofrendas que se realizaban en el santuario, ayudaban a los pacientes a realizar las libaciones y aconsejaban a los peregrinos como bien podría hacerlo un chamán. No obstante, habría que matizarse que los médicos en Grecia (o propiamente los servidores de Asclepio) nunca fueron, incluso en su época más arcaica, magos o brujos como sí sucedía en otras culturas de la Antigüedad. Como bien  cuenta el profesor Luis Gil, emérito de la Universidad Complutense de Madrid, en Therapheia (Triacastela, 2004): la mención más antigua que se conserva de la profesión médica en Grecia se encuentra en una de las tablillas de Pilos (de época micénica, hace 3.500 años), y ya allí se les identifica como iatros. Disfrutaban ya entonces de elevado status social y sus funciones eran diferentes con respecto al sacerdote (hiereus) y al adivino (mantis).

El legado del sabio de Kos
Hipócrates, no fue un discípulo de Asclepio como su padre. Viajó por todo el Mediterráneo oriental y conoció los avances de las medicinas de Egipto, Mesopotamia y Anatolia, así como sus técnicas quirúrgicas  y sus farmacias. También se desplazó a Atenas y conoció a Sócrates -y alguno de sus seguidores- que aplicaban la razón y la experiencia a sus reflexiones sobre la naturaleza. Un saber que Hipócrates aprehendió y aplicó a los procesos curativos de los asclepiades, hasta el punto de crear una escuela propia de medicina en su isla natal. Fue, por ello,  probablemente el primero en Grecia que entendió que debía separarse la medicina de la magia, y por ello debía intentarse comprender el porqué de las enfermedades y sus posibles curas.

Como señala Roy Potter en su Breve historia de la medicina (Taurus, 2003) la medicina hipocrática tenía grandes deficiencias por que sabía poco de anatomía o fisiología, pero logro designar la enfermedad como un trastorno del individuo. “La vida es corta, el arte duradero, la oportunidad efímera, la experiencia engañosa, el juico difícil” proclama el primero de los aforismos hipocráticos.

Nos falta saber mucho aún sobre la vida de Hipócrates. Aunque Platón y Aristóteles hablaron de él, en verdad se desconoce casi todo. La profesora de la Universidad de Barcelona, Eulàlia Vintró, en su introducción a la traducción del Corpus Hipocraticum que publicó la prestigiosa Fundación Bernat Metge, cuenta que Hipócrates ganó mucha fama en la Grecia del siglo V a. de C. por su actividad terapéutica  y “fue objeto de admiración tan grande que incluso Perdicas, rey de Macedonia, tísico lo llamó públicamente”. No obstante, Hipócrates descubrió que la enfermedad del monarca no era somática sino anímica, y que Perdicas estaba en verdad enfermo de amor por una de sus concubinas, Filás. Rechazó entrar al servicio de los persas y evitó con sus recomendaciones que una epidemia de peste procedente del país de los Ilirios afectara a los ciudadanos del Ática.

Hipócrates murió viejo, y fue enterrado en un lugar aún hoy conocido de Tesalia, por que durante mucho tiempo hubo allí un enjambre de abejas, cuya miel era utilizada por las nodrizas para fortalecer a los recién nacidos. Tal vez fuera ese su último legado. 

En la isla de Kos, no obstante, aún se cree que sobre Hipócrates no se ha escrito la última palabra. ¿Acaso la isla no merecería ser reconocida por Unesco como cuna de la dieta mediterránea? ¿A que esperan las grandes multinacionales de la alimentación a rendir un reconocimiento a este sabio griego hijo de Kos? ¿No deberían tal vez los más importantes cocineros y maestros del yantar visitar la isla, y tal vez proyectar desde allí la cocina saludable que debería alimentar la humanidad los próximos 2.500 años?

Quizá en un momento tan agitado y triste como el que viven los griegos de a pié del siglo XXI sería el momento de empezar a pagarles nuestra deuda con su historia, aunque solo sea por los derechos de autor de todo este saber. Y para empezar… ¿Qué tal si este verano nos vamos a la isla de Kos? La aerolínea Vueling tiene unos interesantes vuelos directos desde España.

Autor: Josep A. Borrell, Periodista e historiador, para www.greciainfo.com

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sábado, 21 de marzo de 2015

La Bandera griega.



La bandera de Grecia está compuesta por nueve franjas horizontales de idénticas dimensiones de colores azul y blanco que se alternan, siendo la franja situada en la parte superior de la bandera de color azul. En el ángulo superior más próximo al asta se sitúa un cuadrado azul con una cruz blanca que es símbolo de la Iglesia Ortodoxa Griega. La proporción de la bandera es 2:3.

En 1969, el Régimen de los Coroneles declaró esta bandera como la oficial, la que previamente sólo era utilizada por la marina mercante, pues para el resto de los usos se empleaba una bandera de color azul con una cruz blanca desde 1828. En 1975, posterior a la caída de la Junta Militar Griega (1967-1974) fue sustituida por la antigua bandera, siendo restituida en 1978.

Las nueve franjas representan el número de sílabas de la frase "Έλευθερία ή Θάνατος" (E-lef-the-rì-a i Thà-na-tos) que significa “libertad o muerte”, que es el lema nacional.

El azul y el blanco tienen muchas interpretaciones: simbolizan el mar y las olas, el cielo y las nubes, así como colores tradicionales de vestidos griegos.


Bienvenido a mi nuevo blog.